Hoy 10 de octubre es el Día Mundial de la Salud Mental. Decía Morante de la Puebla “todo aquel que padezca una enfermedad mental sabe lo difícil que es llevar esto. Lo más complicado es reconocerlo. Uno siempre tiene la ilusión de que este demonio se vaya pero revolotea y no lo puedes controlar. Hoy tomo mi tratamiento. Y vivo. Pero mañana no sabes cómo te vas a levantar”.
Somos cuerpo y mente. El cuerpo puede enfermar pero la mente también. Pero cuando esto último sucede parece como que eso es cosa de débiles, de gente que no está contenta consigo mismo, de alguien que quiere llamar la atención, de locuras inventadas. Nada de eso es verdad. El que padece una enfermedad mental (crónica o transitoria) lo pasa mal, muy mal. Desea salir del cuarto oscuro en el que la vida o las circunstancias lo han metido. Es como el que entra en un laberinto y no puede salir porque no sabe porque puerta ha entrado. No ve la salida.
La vida no es sencilla. Tiene muchos pasillos oscuros que tienes que recorrer. Decía un amigo mío lo que es estar en este trance “Uno se pierde. No encuentra el camino que te lleve a la vida que llevabas. Y te metes en ti. Sin salir. Dañándote a ti mismo”. Mientras me lo contaba lo miraba y él se perdía en sus divagaciones “No es vivir, es sobrevivir lo que haces cuando entras en esta situación”.
En una asignatura de carrera nos mandaron un trabajo que consistía en hacer entrevistas a gente que padeciera una enfermedad mental. Una de las personas que me atendió me dio esta respuesta “de repente empecé a ver cosas raras, a sentir cosas raras, a vivir con cosas raras, pensé que era un raro pero luego supe que esas cosas son de la vida misma que de pronto nos parecen raras. Todo está en mirar las cosas de una manera u otra. Pero eso parece fácil pero es de lo más complicado”.
Ojalá sepamos comprender cada día más a la persona que padece una enfermedad mental. En realidad creo que todos la padecemos aunque en unas personas se haga más evidente.
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