Han muerto dos jóvenes de 24 años en Los Pedroches en apenas diez días. María y Rocio. Maldito cáncer. Nadie debería morir joven. Nadie debería de irse teniendo toda la vida por delante. No hay consuelo para una situación tan triste.
Yo no sé si al otro lado de la vida pueden leer esto. Tampoco sé por qué pasa esto. Solo pienso en el dolor que le queda a los familiares: terrible. Es como si se quedaran en la niebla más espesa con veranos sin sol e inviernos sin nieve.
Cuenta Luis, nuestro Luis, primo de Rocío, que hace unos días ella dijo «ojalá llegue a Navidad para montar el Belén». La vida se le terminó antes. No pudo sacar las figuras del Nacimiento. No es justo. Me cuentan también que María era una chica maravillosa que hacía brotar la felicidad por donde pasaba. Estaba cargada de sueños con los que sorprender a sus padres y a su hermano José Antonio.
Ellas como tantos otros lucharon y soñaron con curarse. Se defendieron de manera heroica, con enorme valor y admirable constancia. Pelearon con todas sus fuerzas por quedarse y por estar un día, otro día y otro más. Lágrimas, dolor, esperanza. Cuando se hace todo lo posible, no hay arrepentimiento que valga. Se dejaron la vida en la batalla, peleando ante algo que no debería existir. Maldito cáncer. Ningún padre, ninguna madre debería ver morir a unos hijos. Es difícil sobrevivir a las ausencias.
María y Rocío nos han dejado. Las dos tenían 24 años, las dos coincidieron en esos pasillos del hospital para luchar con esta terrible enfermedad. Las dos estarán en ese lugar donde seguro enseñan las cosas que no se comprenden. La primera: por qué se han ido ellas si no tenían edad para marcharse. La segunda: cómo pueden aguantar los que se quedan esperándolas sabiendo que no van a llegar. Y la tercera: qué hacer cuando nos despertemos en un lugar donde nunca hemos estado.
María y Rocío han volado. Nacieron casi juntas y se han ido juntas también. La vida es así de cruel. A lo mejor porque no nos la han explicado. Esto es difícil de comprender: marcharse con esa edad. Tan incomprensible como cruel. Yo espero que haya una respuesta que explique todo esto: en la tierra no alcanzamos a comprenderlo.
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