Juan Antonio ha cumplido hoy 102 años. Explica su vida por el principio: “nací un 22 de octubre de 1920 a las nueve de la mañana según me contó mi madre”. Diecinueve meses después nació Magdalena, su mujer. Tiene 100 años y una memoria joven: “me acuerdo de todas las fechas de nietos y biznietos, también de todo cuando ocurrió en nuestra vida, con su fecha”.
Dice Magdalena que nunca se fue de vacaciones, que no fue a la escuela nunca pero que escribía cartas a su amor, que siempre amó a su Juan Antonio sin pensar nunca en nadie más y que en el campo segaba con una hoz, cogía bellotas, aceitunas y cuidaba de los animales. No buscó la felicidad porque ella piensa que la felicidad la buscó a ella: «como no voy a ser feliz con lo que tengo», indica mirando a su alrededor, con la casa llena de nietos y biznietos.
Los dos pasaron una guerra civil y vivieron en otra vida que nada se parece a la de ahora.
Hoy inicias el mes y tienes que pagar todo lo que tienes domiciliado, además del teléfono móvil, la fibra, el netflix, la televisión de pago, las comisiones del banco…Esta vida nuestra es la gran mentira. Nada es lo que parece. Todo es un engaño. Somos más felices: porque salimos de vacaciones, vemos mundo, de bebés la playa, hacemos cursos para ser felices, tenemos conexión con el mundo…Pero tenemos menos conexión con los de al lado, con la familia, con la naturaleza (hemos dejado los campos abandonados como dice Juan Antonio), la gente se piensa si tener hijos o tener uno y cambiamos de todo: de coche, de pareja, de casa, de lugar. La felicidad es probarlo todo y no saborear lo que tenemos, lo que la vida nos regaló.
Por eso me sorprende que gente centenaria como Juan Antonio y Magdalena den un testimonio de felicidad. ¿Podrían ser felices ahora con los protocolos que nos marca la nueva vida? Ellos llevan 73 años de casados y la felicidad las han encontrado en su amor, en sus hijos, en su vida en el campo. Con ello se puede ser muy feliz. Así han sido nuestros antepasados. Pero hoy es más difícil. ¿Nos han lavado el cerebro? Pues sí. Porque todo es más sencillo. Antes vivías con poca cosa y ahora necesitas mucho. Lo que no nos hemos dado cuenta es que tener cosas es una carga. A veces demasiado pesada.
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