Agustín Fernández presentará su trabajo el 22 de noviembre
Chaleco, camisa blanca y pelos largos. Era Agustín Fernández retratado en la caratula de un cassette que tenía en mi casa. Luego compré el disco que ven. Cantaor flamenco de Pozoblanco donde vivió en los años 40 y 50.
Aquel Pozoblanco de casitas bajas, de patios grandes donde campaban los gatos y de calles empedradas o de tierra. Sabían los vecinos que cantaba bien. Lo llevaba dentro. “Le viene de casta” se decía por la calle Juan Torrico y su barrio de San Bartolomé. Nació en Córdoba pero con dos años se vino a vivir a Pozoblanco. Su padre siempre quiso vivir aquí aunque eran años difíciles. Un día, siendo adolescente, partió para el campo La Verdad de Córdoba. El cante le fue apasionando cada día más y más. Fue descubriendo a los grandes. Soñaba estar un día cantando con ellos. Y se fue a Madrid. Estuvo de mecánico y regentando el bar ‘La Asturiana’. Acudía a tablaos flamencos en los que sorprendía y asustaba. Era muy profundo. Más incluso que las estrellas del cante a las que acompañaba.
Hay cantaores a los que le falta creérselo y otros que se lo creen pero no se venden lo suficiente. Agustín sabía de su potencial aunque quizás le faltó venderse más, abrirse más en este teatrillo que a veces es la vida. Y más en el mundo de los famosos. Porque Agustín era más que nadie con su cante largo, puro, profundo y ancho.
En los años 70 ganó en flamenco el concurso de televisión ‘La gran ocasión’. En él se mostró tal como era. Su voz ‘rajá’ se adueñó de miles de corazones flamencos.
A partir de ahí, actuaciones en tablaos, Casas de Cultura, Teatros. Todo en aquel Madrid romántico en el que muchas veces cantaba cuando lo sentía por dentro. No solo actuando en un lugar previsto, sino en una taberna si encontraba unos amigos del flamenco compartiendo unas tapas y un vaso de vino.
Su cante era como una caja de música en la que encontrabas todos los estilos. Dominaba todo. Y siempre con solera, calidad y ortodoxia. La seguiriya de Agustín era fantástica. ¡Cómo llegaba! Tangos y tientos, bulerías, caña, polo, soleá. Lo cantaba todo bien.Enrique Morente y Bernardo de los Lobitos compartieron cartel con él en muchas ocasiones. Consiguió prestigiosos concursos de Andalucía. Estuvo siempre ahí. La gente del flamenco en Pozoblanco lo recuerda en esos festivales que se organizaban en el Cine Moderno. Aquellas largas noches de verano con cantaores que encantaban el pueblo con su poderío. Mucho poderío tuvo Agustín. Fue muy especial. Para lo bueno y lo no tan bueno. Siempre fue él mismo. Su trayectoria la marcaba él. Representaba el flamenco antiguo. Tan hondo y penetrante.
Hace unos días estuvo cantando en la Peña Flamenca que lleva su nombre. Estuvo bien. Soberbio. Su acompañamiento a la guitarra de Curry padre y su hijo hizo que se viniera arriba. El día 22 se presentará su nuevo trabajo. En realidad, como decía Ángel Ballesteros “es una recopilación de sus tres trabajos anteriores”. Tenerlos será tener lo mejor de Agustín. Para siempre.
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