El Autocares Vilaplana Pozoblanco Fútbol Sala tiene algo que no tenía en años anteriores. Cree en sí mismo. Tiene alma para matar los partidos (cuando hay que matarlos) y para remontarlos como ayer en La Rinconada. Una victoria de esas que ponen el vestuario loco con ganas de cantar, de saltar y de pensar que la vida es maravillosa. Una fiesta. Lo fue porque sucedió que el equipo nunca bajó los brazos. Ni cuando iba perdiendo 3-1 con el partido en la recta final. En otro tiempo, se hubiera desmontado la tienda de campaña y se hubieran subido los arreos al coche. Pero el equipo de este año es otro. Está ilusionado.
Toda esta locura de meter 3 goles en cuatro minutos fue porque Ortiz sacó la última carta que tenía guardada en el banquillo. Tocaba tirar de épica. El Pozoblanco jugó de cinco con Trujillo como portero-jugador. Se plantó Trujillo en el centro sembrando el caos en el Tres Calles. Dos goles y luego el de Alfonso. Todo seguido. Por entonces, nuestro banquillo saltaba de alegría para todos lados y el banquillo rival se tiraba de los pelos. Atónitos. La defensa sevillana, poco organizada, no acabó de descifrar lo que allí sucedía. Tanto fue así que Ortiz ganando, 3-4, siguió jugando de cinco hasta que la bocina sonó. Este entrenador es así. Muchas veces creemos que no conoce el miedo.
Ortiz ganó la partida desde el banquillo. Todo fruto del espíritu del equipo y del trabajo que se viene haciendo durante la semana. Esas jugadas elaboradas, cocidas y preparadas no son flor de un día. Salen después de un trabajo bien hecho. El equipo salió a flote porque tiene sus armas. Hay partidos en los que tus jugadores sacan su calidad, disparan y ganas. Jugadores como Tete, Thiago o Álvaro son capaces de cambiar el rumbo del partido en cualquier momento. Pero esto es mucho más. Es un equipo donde si un día no aparecen estos, lo hacen los otros. En este equipo todos están aportando. Esa es la clave del éxito. Ayer lo de Trujillo fue genial. Portero-jugador que hace dos goles consecutivos. Que aparece sin ser detectado por los rivales. Que tiene la suerte de meterla en la red aunque el balón entre llorando. Y luego está de Alfonso. Ese vecino de la calle de mi infancia del que decíamos que quería parecerse a su hermano Asciclo. No tenía tanta calidad como su hermano pero unas ganas y una pasión que le han hecho ser el jugador que es, capaz de dar el tanto de la victoria a su equipo cuando todo estaba acabando. No quería olvidarme del tanto de Isma, un zambombazo de esos en los que nadie sabe por donde el balón ha entrado. De los tiros que se lanzan tan bien que hacen agujeros en la red. No hay que olvidar tampoco que el Tres Calles demostró cosas. Un buen equipo. Se le atragantó el juego de cinco pero hasta que eso sucedió fue un equipo valiente, organizado y con dosis de fantasía.
El Autocares Vilaplana Pozoblanco tiene ilusión. Y esa ilusión le guía por un camino que no va a ser fácil, pero ahí está. Se ha empeñado en estar por los caminos en los que corretean los grandes. En lo alto de la tabla. La semana que viene recibe al segundo, el Santa Ana (quien ha jugado un partido más que nosotros). Será una buena ocasión para que vayamos a apoyarlos al pabellón. Estos chicos tienen que estar respaldados por los suyos. Están haciendo algo grande y conviene que se sepa. Y se disfrute. Ellos lo están haciendo.
Deja una respuesta