Sandoval y esas tardes de gloria en el Arcángel

Sandoval ya no está en el Córdoba C.F. aunque  nunca se irá del todo. Tocó el alma blanquiverde y las cosas que llegan ahí (a esa zona tan delicada) nunca se olvidan. Dejó huella. Me lo decía un viejo aficionado blanquiverde el domingo antes de que todo se fuera al traste “lo que se vivió el año pasado fue un milagro que no se dará nunca, ese hombre hizo magia”. Tenía razón. Fue una cosa muy grande. Tenía a 13 puntos la salvación y ya habían pasado tres entrenadores.

El de Humanes se marchó afligido. Para él, el Córdoba ha sido una historia maravillosa en un momento muy importante de su vida. Es un sentimental que sabe muy bien que si lo hubieran dejado acabaría triunfando (otra vez). No hubo ni un silbido en su despedida. Todo lo contrario. La gente sufrió por él. Y mucho. Ha sido un tipo que ha caído bien y esto no es fácil en Córdoba. Encontró el año pasado un club hundido, descendido y con la ilusión de los aficionados ya perdida. En poco tiempo el campo estaba lleno de pasión, de gente, de cánticos y el equipo con la moral por las nubes. Era otro Córdoba. Lo transformó. Y en cierto modo, transformó a la ciudad. La gente no paraba de hablar en los bares, de echar cuentas, de programar viajes para ver al equipo. Una ilusión.

El día de la confirmación en Segunda con el Sporting de Gijón fue apoteósico. El Arcángel enloqueció, se partió en mil pedazos de alegría. Todo el mundo estaba feliz. La única tristeza es que se acababa una historia preciosa. Ojalá la liga no hubiera terminado. Pero acabó. Y empezaron los problemas. De todos los colores. Sandoval salió del club. Hubo muchas historias contadas. No es cuestión de entrar en ellas. Vino Francisco y vio pesimismo donde antes solo había optimismo. Se fue con una plantilla de 13 jugadores y los del filial. Y se recurrió a José Ramón, de nuevo. La alegría volvió con el optimismo que él siempre trae. No tenía ya ni a Guardiola, ni a Reyes, Ni a Edu Ramos ni a Pawel. Y encima el calendario de inicio no era el mejor. Aún así en el Arcángel el equipo dio la cara. De menos a más. Sumó tres partidos sin conocer la derrota y la victoria ante el Elche en Copa. Pero llegó el partido de Mallorca y se rompió todo. Ahí fue su adiós. Su ultimátum, la presión y la mala suerte ante el Cádiz lo han sacado de “su Córdoba”. Para él, siempre será “su Córdoba”. Se sentía muy querido en la calle, en el súper cuando iba a comprar y en el campo los días de partido.

La gente no olvida que Sandoval es el gran culpable de que el Córdoba esté jugando actualmente  en Segunda División. La gente no olvida las tardes que se vivieron en el Arcángel con ese frenesí y esa locura. La gente sabe que cuando llegó este año la cosa pintaba peor que ahora. José Ramón piensa que un día volverá  y la vida será como antes. Le está costando hacer la maleta. Se va de un lugar encantado para él que forma parte de su recuerdo más bonito. Y lo mejor de eso es que ese recuerdo lo compartió con todos los cordobesistas. Como dijo en cierta ocasión «al Córdoba le di mi sangre».  Un día Sabina le regaló una canción a Ana Belén que tituló «Peces de Ciudad». En ella decía «que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver». Sandoval dice lo contrario en su cuenta de twitter pues siempre busca los lugares donde encontró la felicidad absoluta. Uno de ellos, Córdoba. Lo atrapó la ciudad entera con su encanto.

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Comentarios

Una respuesta a «Sandoval y esas tardes de gloria en el Arcángel»

  1. Anónimo

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