Postales y recuerdos amontonados

Los pueblos no tienen argumento, sus gentes son las que se lo dan. Con su hechos, su trabajo y con su manera de vivir. Todavía, en algunas casas, se guardan postales con fotos de otro tiempo que tenían otro ambiente. Por no hablar de las novelas viejas que siguen en las estanterías de madera y los cromos de aquellos niños que ya no visten pantalones cortos. A mí me sigue llamando la atención esos viejos aparadores con tazas blancas de pequeños dibujos pintados. La gente soñaba con calles mejores pero no dejaba de pasear por ellas.

Con el paso del tiempo se fueron sucediendo estampas y amontonándose recuerdos. La gente fue cambiando de argumento. Hicimos unos pueblos repletos de modernidad. Eso es bueno. Lo malo es que teníamos cosas que las ciudades no tenían. Y las fuimos cambiando y destrozando. Derrumbamos casas con bóvedas, cerramos comercios con encanto y nos dejamos llevar por una moda que rompió con un romanticismo que ya no existe. El de unos antepasados que llevaron una vida humilde pero honrada con una argumento claro: el de luchar por el pueblo en el que nacieron. Eso no lo podemos olvidar como tampoco nos olvidamos de esas postales con fotos de otro tiempo.

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Comentarios

2 respuestas a «Postales y recuerdos amontonados»

  1. Anónimo

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  2. Anónimo

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