Los ‘cines’ de Pozoblanco

En el número 10 de la Calle San Ignacio de Loyola hay un cine de barrio. En él está Bogart y Bergman, James Dean, Marilyn Monroe, Marisol y un montón de estrellas más. ‘Un siglo de cine’ es la exposición que han hecho este año los vecinos de la Calzá del Barrio. Y es que el cine pertenece a la vida de los vecinos. Mucha gente se enamoró en el cine. Otra se emocionó y la gran mayoría disfrutó con las películas de su época.

Ir al cine no era solo ver la película que se proyectaba.  Era quedar para ir en pandilla, ir a enamorarse,  era ilusionarse con un estreno. Y muchas cosas más. Había un telón que se abría y se cerraba con una película. Como la vida. Un sitio de encuentro. La gran diversión para la gente de entonces.

Indudablemente eso fue mucho antes de que llegara la oferta televisiva de ahora, el internet o el pirateo de descargas de películas. Ir al cine era uno de los momentos más emocionantes del fin de semana.

Se iba los domingos principalmente. 1924 fue el año mágico para el cine en Pozoblanco. Aparecieron los mejores cines que posteriormente tuvieron una vida larga (unos más que otros). Luego fueron apareciendo otros. Había una locura por este mundo cinematográfico que explotaba como una bomba por todos lados. El cine Renacimiento (calle la Iglesia), El Pósito, el Moderno (cine de verano del paseo de la Estación), El Delicias (Salón Liborio del paseo de la Estación), Avenida (Avenida Vva. De Córdoba donde está el Más y Más), San Fernando (Mayor donde estuvo luego Galerías San Fernando), Rulohiz (Paseo de la Estación por debajo de Casa Liborio), Ideal así como el de la Plaza de Toros y los Salesianos.

¡Cuántas películas se han proyectado con escenas de amor, besos, desengaños, rupturas, lágrimas, risas!  El cine ha sido una caja mágica de la que han ido saliendo tesoros. Transmite una película y si es el cine, en silencio, con sonido, en una pantalla gigante y bien acompañado mucho más. Y luego están los elementos inconfundibles del cine como son: la  cartelera enorme donde se anunciaba la proyección, las cortinas rojas y pesadas, la moqueta, las butacas alineadas, la pantalla blanca y los acomodadores y porteros como Pedro que tenía una discapacidad en la mano pero una voluntad tremenda por las cosas (a veces demasiado). La gente vestida para la ocasión, en pareja. Era el reflejo de una sociedad feliz con lo que había y lo que había es mucho cine. Como diría Bogart ‘Tócala otra vez, Sam’. Eso es lo que hacen los vecinos de la Calzá del Barrio, tocar lo que un día exisitió.

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