Debiéramos interesarnos por las cosas que realmente importan en la vida. No por lo que se cuenta. Este relato empieza así:
Una madre dando a luz, un niño que llora porque tiene hambre, una pareja que se está declarando amor eterno, un hombre jugándose la vida en la carretera, un estudiante haciendo un examen, una chica que se está operando a vida o muerte en un quirófano, una mujer leyendo un libro, un hombre que llora porque la han despedido… Mientras todo esto ocurre, el resto del mundo mira al móvil promocionando su felicidad con mensajes banales. Hasta que nos tocan esas situaciones. En realidad nos están mostrando otra vida que poco tiene que ver con la que está sucediendo. Vivimos de espaldas a todo. Nos muestran lo que tenemos que ver y nos ciegan para que no veamos lo que está pasando. Somos menos productivos, menos solidarios y más individualistas que nunca.
En la vida pasan cosas. Pero no se saben. Parece que solo interesan los famosos, la política y los abrazafarolas que viven del cuento. En realidad interesamos todos aunque ya nos han clasificado. Estamos tan abajo que nos dirigen para todos lados. Y el problema es que lo consiguen sin darnos cuenta.
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