“El lado bueno de las cosas”, esa es la clave de la vida. Hay que valorar lo que tenemos y no lamentarnos por lo que nos falta. Ese mensaje lo dejó Irene Villa en el Teatro El Silo de Pozoblanco ante muchos jóvenes. Algunos ni siquiera conocían su historia. Irene tenía 12 años cuando se quedó sin piernas tras un atentado de ETA. A ella le destrozaron una parte (no la más importante) . Le quedaba la lucha en la batalla más importante, la de la supervivencia. La ganó. Superando el dolor, el miedo, la tristeza y la ira (el veneno del alma). Ella lo tiene claro, no vale la pena sufrir, odiar o vengarse.
Para ella no existen límites. Todos tenemos fortalezas y poderes dentro que ni siquiera sabemos que los tenemos. Su vida pudo ser dramática. No lo fue por sus ganas de vivir. Ella está muy agradecida de lo que la vida le regaló. Y es que le regaló momentos, sueños, hijos, aventuras. Muchas cosas por las que no venirse abajo nunca.
Su mundo está lleno de cosas, de retos, de personas y de historias. Una niña que sobrevivió y que años después dio vida (siendo madre). Aquel grupo de asesinos (ETA), a los que muchos los tenían como un grupo liberador con esa idea romántica de separarse de España, no consiguieron romper el corazón de Irene. Desde entonces se puso el alma en la mano para poder ser feliz. Y lo fue.
Villa tiene que claro que la llave de la felicidad la tenemos dentro de nosotros. Y de nosotros depende abrir nuestros tesoros. Se hace con constancia y entusiasmo. Se ha derrumbado muchas veces pero tiene claro que da igual lo que te pase en la vida pues tú puedes darle la vuelta a todo. Ella se la dio. Su fuerza interior ha sido espectacular. Un ejemplo de vida, de superación y de humanidad. Ha sabido encontrar las maravillas de la vida agarrada a lo que tiene y no a lo que perdió un día. Tenía 12 años.
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